Especulación en Petróleo

Todos tenemos nuestros héroes; el héroe es aquel de quien admiramos la obra, y envidiamos la vida. Por eso, aunque Newton y Arquímedes encabezarían mi lista de gigantes intelectuales, mi lista de héroes personales la encabeza David Ricardo.

Y la encabeza no solo por su obra, que es monumental, ni por su vida, en la que se mezclan gloriosamente el banquero y el economista, sino también porque fue Ricardo, más que nadie, aquel a quien debemos la rehabilitación de esa figura vilipendiada y perseguida por todas las fuerzas reaccionarias, y depositaria de un inmenso potencial revolucionario: el especulador.

Una economía capitalista funciona más o menos como una economía bien planificada; supongamos un planificador central que tiene que regular el consumo y producción de trigo; el trigo se produce en una determinada época del año, pero se consume en todas. En consecuencia es necesario almacenarlo y aumentar o disminuir su stock en respuesta a las variaciones estacionales e interanuales de la producción y el consumo. El planificador central, toma en cuenta todos estos datos y regula las raciones que se permiten al consumidor y a las fábricas, de forma que maximice el bienestar agregado. “Todos estos datos” son todos los posibles usos alternativos del trigo, todas las funciones de bienestar de los consumidores (no solo su demanda de pan, sino también la demanda de cerveza Wiessbier, y la demanda de grano para el forraje de los animales, que es a su vez es función de la demanda de carne, etc). En definitiva, una tarea agotadora si eres Dios (y tienes la subjetividad humana como dato), e imposible si eres cualquier otro.

En una economía capitalista, ese trabajo agotador e inviable lo hace el especulador en trigo: el especulador acapara el bien cuando es barato, y trata de liquidar el stock cuando es caro. Es decir, lleva el trigo desde el momento del tiempo en que es relativamente abundante, al momento del tiempo en que es relativamente escaso, y por tanto suaviza la escasez inter-temporal. Esto ocurre de forma policéntrica: si el especulador se equivoca, es decir, si compra caro y liquida barato, pierde dinero, y si pierde dinero sistemáticamente acaba saliendo del mercado. El especulador solo gana dinero cuando mejora el bienestar social, y no puede aguantar mucho perdiendo dinero.

Bien, esto es la ortodoxia económica desde hace 200 años, pero parece que hay que repetirlo cada semana.

1.-La Pequeña Especulación

No obstante, el lector no debe dejarse llevar por el entusiasmo; a veces los especuladores se equivocan y pierden dinero; y si, se salen del mercado, pero demasiado tarde. Estas cosas pasan; pasan con los pisos, con el oro, y con las acciones, pero no con el trigo, los tomates o el petróleo.

Llamamos burbujas financieras a los procesos en que los incrementos de precio en un bien generan acumulación del mismo, y la acumulación genera nuevos incrementos del precio, en un bucle de realimentación; antes o después la acumulación adicional se vuelve imposible, el precio empieza a bajar y mucha gente se pilla los dedos.

Para que esta clase de procesos puedan ocurrir y sostenerse hasta producir daños significativos, el bien debe ser duradero, de forma que su valor presente dependa principalmente de las expectativas sobre su valor futuro. En particular, ayuda mucho que el bien no sea consumible (como el oro) o que su consumo exija largos intervalos de tiempo (como la vivienda), o que se trate de flujos de rentas a un horizonte indefinido (como las acciones).

Un criterio para que un bien sea candidato a generar una larga burbuja especulativa es simplemente que el stock del bien sobre su producción corriente sea muy alto. El oro, las acciones o la vivienda cumplen esta condición.

En el caso del petróleo, los inventarios del bien (en países de la OCDE), según el Departamento de Energía de los Estados Unidos representan cerca de cincuenta días de producción, y ni siquiera han aumentado en los últimos meses.

Si el lector sospecha del mercado de futuros le invito simplemente a sumar y restar conmigo. Los contratos de futuro generan dos posiciones: una de las partes se obliga a proveer un barril en un instante del futuro, pero la otra aumenta su disponibilidad futura de petróleo en un barril (el que le ofrece el tomador en ese instante). Estas posiciones en el mercado de futuros son neutrales: aumentan tanto la oferta y como la demanda de petróleo en un barril. El mercado de futuros no afecta, claro está ni al consumo ni a la producción. Es verdad que las posiciones en futuros, aún siendo neutrales podrían implicar un cambio en los inventarios de los agentes, pero ya hemos visto que estos inventarios no han aumentado sustancialmente en los últimos meses.

En definitiva,

Oferta = Producción + Reducción de inventarios pasados

Demanda = Consumo + Aumento de inventarios pasados

El precio es regulado por la oferta y la demanda; y la oferta y la demanda dependen solo del consumo y la producción y de las variaciones netas de los inventarios. Por tanto, dado que los inventarios no están aumentando sostenidamente, la actual situación de altos precios en el mercado del petróleo no está asociada a la “especulación”. Está asociada a un fuerte aumento del consumo, resultado de un proceso real (el aumento de la renta mundial en los últimos cinco-diez años) y de otro monetario (muchos dólares en circulación); y a una producción que contra las profecías de los peak oilers (ver gráfico siguiente), no está en retirada, pero contra las de los economistas cornucopianos demuestra una limitada elasticidad de corto plazo al precio.

Las operaciones en futuros y la acumulación de inventarios determinan los precios del petróleo a corto plazo; si uno mira una serie de precios del barril de petróleo, las decisiones de refinerías, bancos y fondos de inversión en commodities determinan los movimientos de alta frecuencia (los saltos del paseo aleatorio; las tendencias en un horizonte de semanas). Pero estas operaciones especulativas solo pueden influir los movimientos del barril en un horizonte temporal parecido al de los inventarios totales (es decir, a cuarenta o cincuenta días vista). En la descomposición de Fourier de la serie temporal del precio del barril, las operaciones de especulación en petróleo determinan lo que ocurre en las frecuencias de días, mientras las frecuencias más largas, asociadas a ciclos de meses o años, o la tendencia de largo plazo dependen de las decisiones de instalación de capital (tanto en la industria del petróleo, como en las industrias que lo demandan o en el capital que usan los particulares y consume petróleo), y del agotamiento físico del recurso.

En la medida en que el propio mercado de futuros permite a los agentes cubrirse contra los movimientos de alta frecuencia en el precio del barril spot, las decisiones de compra, venta y almacenamiento de petróleo, y las tomas de posiciones en el mercado de futuros son lo que yo llamo la “pequeña especulación”; las consecuencias de todas estas actividades son irrelevantes a mas de tres meses vista, y es posible cubrirse contra ellas en horizontes más cortos.

2.- La Gran Especulación

A medio y largo plazo el precio depende del consumo y la producción del bien. A medio plazo (es decir, pongamos entre tres meses y 2 años), esto implica:

Las decisiones (principalmente de Arabia Saudi, aunque también de Rusia) de utilizar o no su sobrecapacidad, las decisiones cartelizadas de la OPEC, y los accidentes físicos o sobre todo geopolíticos que afectan la capacidad productiva.

La demanda destruida por el aumento del precio: principalmente, una reducción en el consumo de los agentes con menos capacidad adquisitiva, o de las actividades económicas más marginales (menos rentables o más intensivas en energía).

A más de dos años vista, empieza a funcionar el efecto de la acumulación y depreciación del capital. Los precios altos del petróleo inducen en primer lugar efectos sobre la propia industria del petróleo; más exploración, y más explotación: tanto en yacimientos nuevos, como de yacimientos conocidos y considerados sub-marginales a precios más bajos: por ejemplo, en los últimos meses hemos tenido varias noticias en esta dirección: se esta poniendo en marcha la explotación de yacimientos de aguas profundas, de arenas asfálticas y de un nuevo gran yacimiento en la península arábiga.

En segundo lugar, la industria del refino se ajusta a las nuevas circunstancias: en los años 70 las refinerías eran específicas para cada clase de petróleo, pero los fuertes diferenciales de precio entre diversos tipos de petróleo indujeron a las refinerías a una mayor flexibilidad: del mismo modo, actualmente existe una abundancia de fuel que probablemente inducirá a las refinerías a invertir para utilizar más eficientemente petróleo más pesado.

En tercer lugar está la sustitución del petróleo en el sector industrial: primero, los precios altos del petróleo inducen a un consumo de otras formas de energía más relativamente baratas. Esta sustitución no se produce de un día para otro: pero cada vez que es necesario reemplazar capital, se elige el capital que utiliza la forma de energía más barata. Por ejemplo, los países con una factura eléctrica mas barata tienden a estar más electrificados; estos suelen ser precisamente los países que producen su electricidad con carbón o centrales nucleares.

Por otra parte, un alto precio del petróleo no solo induce a la economía a utilizar otras formas de energía, sino también a utilizar menos energía por unidad de PIB; por ejemplo, mediante una liberalización del sector del ferrocarril que permita una mayor utilización del tren de mercancías en sustitución de los camiones. También mediante la renovación del parque movil, con automóviles mas eficientes, con híbridos, o con vehículos de Gas Natural.

Como ya dijimos hace más de dos años, la escasez de energía no va a acabar con la globalización, pero es el gran cuello de botella de cómo mínimo la próxima década.

Un cuello de botella estrecho para el crecimiento, es (dualmente) una gran oportunidad de negocio. Ahora bien, la oportunidad de negocio no es comprar barriles de petróleo, ni reales, ni virtuales. Comprar y vender barriles de petróleo, cuando no eres un consumidor, es básicamente un juego de suma cero, y solo merece la pena jugar cuando eres mucho mejor que la media; el lector no es mucho mejor que la media de los traders que se dedican 12 horas al día a ese mercado, así que no debería jugar con futuros, opciones ni fondos en commodities.

El verdadero negocio es elegir una cesta de empresas bien posicionadas ante la realidad de la escasez en el factor tierra. Por ejemplo, debería ponerse largo en Westinghouse y Sassol (es decir, en la economía del uranio-carbón); en empresas ferroviarias (si queda alguna privada), minas de carbón, o claro está, en petroleras, o empresas gasísticas. En definitiva, el inversor no debe comprar productos energéticos, sino yacimientos y capital extractivo (combinados en empresas). Eso es una forma de inversión que no es de suma cero, sino de suma muy positiva, y es de esperar que incluso el inversor no profesional gane un buen rendimiento.

Del mismo que la especulación tiende a igualar el precio de los productos a lo largo del tiempo (mejorando el bienestar social), los altos beneficios de las empresas petroleras, y de otras empresas bien posicionadas ante los altos costes de la energía les permiten invertir y les dan una posición financiera en la que el acceso al crédito les resulta fácil. En definitiva, estas empresas atraen recursos, y así, en un régimen de mercado, la gran especulación tiende a superar los cuellos de botella del crecimiento. El inversor paciente, que pretende ampliar su patrimonio a un ritmo seguro, y tiene un horizonte temporal largo, no debe considerar movimientos de corto plazo en precios altamente volátiles, sino que debe identificar tendencias económicas de largo plazo, y apostar en los mercados por ellas.

Las ventajas de la Unión

Si por algo se caracterizó la historia de Europa desde la caída del Imperio Romano fue por las numerosas y sangrientas guerras que se han luchado entre los estados europeos. Las luchas entre los señores de la guerra de la Alta Edad Media fueron tan numerosas que escapan al recuento de los historiadores. La Guerra de los Cien Años devastó el continente de 1337 a 1453. En Inglaterra, de 1455 a 1485 la Guerra de las Dos Rosas asoló el país. Las Guerras Italianas, las guerras de religión, y la Guerra de los Treinta años marcaron los Siglos XVI y XVII. El XVIII padeció las Guerras del Norte (1700-1721), la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la Revolución Francesa y las guerras que trajo consigo (1792-1802). El XIX se vio marcado por las Guerras Napoleónicas (1805-1815), y en su segunda mitad por la Guerra de los Ducados, la Guerra Austro-Prusiana y la Guerra Franco Prusiana. El Siglo XX vivió dos sangrientas guerras mundiales que prácticamente destruyeron el continente y dejaron en total 80 millones de muertos. Y en esta lista sólo hemos mencionado las más terribles y conocidas, dejando de lado los conflictos y batallas menores que se sucedieron en Europa en todos estos siglos, y que sería imposible listar en su totalidad.

Vemos por tanto que a lo largo de la Historia, la paz ha sido para Europa no una norma sino una excepción. Sin embargo, las actuales generaciones europeas desconocen lo que es vivir una guerra: desde 1945 no ha habido ningún conflicto bélico entre las grandes potencias de Europa, y en realidad, con la excepción de Yugoslavia, no ha habido ninguna guerra entre países europeos. Esta anomalía histórica que es la paz en Europa debe atribuirse sin duda al proceso de formación de la Unión Europea que arrancó después de la II Guerra Mundial. Así como la Organización de las Naciones Unidas, por su debilidad e insuficiencia, ha sido incapaz de mantener la paz mundial en este tiempo, la Unión Europea, con las diversas denominaciones que ido teniendo, tiene su principal éxito en el mantenimiento de la paz en el viejo continente. Una paz que no ha venido impuesta por la fuerza de un poder arbitral, sino que es consecuencia del reforzamiento de las relaciones de interdependencia entre las naciones de Europa, haciendo que la paz sea beneficiosa tanto para todos individualmente como para el conjunto. Medio siglo de paz en Europa es un hecho que conviene remarcar. Sólo por este motivo la Unión demuestra ser beneficiosa para los ciudadanos.

Pero hay otros motivos: hablaremos ahora de la prosperidad económica que ha traído la Unión a Europa. El área de libre comercio europea ha supuesto que cientos de empresas de todo tipo y condición puedan ejercer su actividad en cualquier parte de la Unión, desde un gran banco que abre sedes en Francia, Alemania y Reino Unido, o una pequeña zapatería que compra sus productos en Italia para venderlos en España sin necesidad de pagar aranceles. La libre circulación de personas permite a los ciudadanos de Europa trasladarse a otro Estado sin aduanas ni papeleos, con lo que un abogado o un economista, por ejemplo, pueden ejercer su actividad en cualquier país de la Unión sin necesidad de obtener un permiso de residencia, un contrato de trabajo, etc. El resultado: mejores oportunidades para los ciudadanos europeos y mayor competitividad para la economía de la Unión.

El Euro, nuestra moneda única, no sólo ha evitado las engorrosas trabas del ciudadano de a pie a la hora de realizar viajes turísticos por Europa, sino que además ha hecho desparecer los costes asociados al cambio de divisas, estabilizando y simplificando el comercio interior europeo. Para las grandes empresas esto supone una considerable ventaja. Para las pequeñas y medianas empresas puede significar la diferencia entre beneficios y pérdidas.

La política económica de la Unión Europea, fundamentalmente los fondos de cohesión y el pacto de estabilidad, ha ayudado a países más pobres como España, Portugal o Grecia a equiparar sus rentas a la de las grandes potencias económicas europeas. Sin embargo, este proceso de armonización no se ha producido mediante una “redistribución” drástica de las rentas de los países ricos hacia los países pobres en un juego de suma cero. Todo lo contrario, con la convergencia económica todos han ganado: los países pobres han recibido no sólo los fondos de cohesión sino las inversiones de los otros países que han ayudado a desarrollar su economía; los países ricos han encontrado mercados donde vender sus productos con facilidad e instalar sus empresas en condiciones mucho más favorables que en sus propios territorios.

Tampoco debemos olvidar los beneficios sociales y culturales traídos por la apertura de fronteras. Los nacionalistas se oponen a los procesos de integración como el europeo porque temen que se pierda la “esencia” o la “pureza” de los caracteres étnicos y culturales de los distintos grupos históricos. A esta visión cerrada y restrictiva se opone un hecho cierto: que las culturas que se estancan están condenadas a la desaparición, y que el desarrollo de las mismas se potencia cuando éstas entran contacto con otras distintas, tomando de las últimas los elementos que crean convenientes o beneficiosas, igual que los idiomas se enriquecen mediante el préstamo y la posterior adaptación de palabras extranjeras.

Las diferencias culturales entre los países europeos son de poca importancia, puesto que todos provenimos de la misma tradición histórica que hemos dado en llamar “Occidente”. Sin embargo, incluso entidades culturales tan parecidas entre sí pueden aprender las unas de las otras para beneficio de todos. Por fortuna los británicos, españoles, italianos, alemanes, etc., somos cada vez más europeos, con todo lo que ello significa en términos de prosperidad y riqueza cultural.

Las entidades políticas justifican su existencia cuando son útiles a los ciudadanos y proporcionan un marco adecuado para que éstos desarrollen sus vidas. La Unión Europea ha traído beneficios políticos, económicos y culturales a sus ciudadanos que hacen que merezca la pena no sólo conservarla sino avanzar aún más en la creación de una Europa Federal, que incorpore las ventajas y reduzca los defectos del actual modelo.

El Arte de la Guerra se basa en el engaño

La frase que da título a este artículo es una de las más famosas máximas que nos legó Sun Tzu y que están recogidas en las enseñanzas de la que es considerada una obra fundamental en la estrategia, y que es, convenientemente, conocida bajo el nombre de El Arte de la Guerra, y que es la colección de ensayos sobre el tema (la estrategia) más antiguo que se conoce. Pues considero que sería un agravio empezar un blog sobre los rincones de lo bélico y no empezar recordando ésta gran obra que con el paso del tiempo ha ido extendiéndose más allá de lo estrictamente militar hasta convertirse en una obra de referencia en el campo mercantil, empresarial e incluso personal. Con este precedente no es de extrañar que a las naciones de Extremo Oriente se les conozca en ciertos círculos como culturas de estrategia.

La obra de Sun Tzu nos llegó por primera vez a Europa en el periodo inmediatamente anterior a la Revolución Francesa, en el ocaso del Antiguo Régimen francés, en forma de una compacta traducción realizada por el sacerdote jesuita J.J. M. Amiot. En las diversas traducciones que se han hecho desde entonces, se nombra ocasionalmente al autor como Sun-Wu o Sun Tzi, aunque Sun Tzu es el que ha pasado como universalmente conocido y aceptado. Pero antes de bucear en su obra, ¿quién fue Sun Tzu? ¿Qué conocemos de él?

Según las referencia, Sun Tzu, procedía de la región de Ch’i, aunque su vida se la sitúa posteriormente en Wu (y por eso algunos le llaman Sun Tzi, malformación de Ch’i, o Sun Wu), gracias a su libro sobre el arte de la guerra (referenciado no como El Arte de la Guerra, sino como “Los Trece Capítulos” por la bibliografía histórica) donde cuenta la historia y en parte el mito, que obtuvo una audiencia con Ho Lu, Rey de Wu.

Una de las fuentes sobre la vida de Sun Tzu es la biografía escrita en el siglo II por el historiador Sima Q’ian, quien le describió como un general que vivió en el estado de Wu en el siglo VI adC. Sin embargo, la biografía no es consistente con otras fuentes del período y la forma y contenido del libro indican que posiblemente fuese escrito entre 400 adC y 320 adC, lo que no nos permite una fiabilidad sólida.

Su obra, a la que por comodidad denominaremos El Arte de la Guerra, es también controvertida respecto a su datación. En su Shih Chi, Su-Ma-Ch’ien recoge la biografía de Sun Tzu y sitúa el momento en que se escribieron los llamados los “Trece Capítulos”, aproximadamente hacia el año 500 antes de nuestra era. Ya en el Siglo XI, Yeh Cheng Tsé ponía en duda la veracidad de la propia biografía de Sun Tzu y afirmaba que “El Arte de la Guerra” no era sino “una invención de sofistas tramposos” de la época de los Reinos Combatientes (481-221 a. J.C.).

En apoyo de su tesis menciona el hecho de que Tso Ch’iu Ming, en sus Anales de la Primavera y el Otoño, que comprende la época que va desde 771 al 481 a. J.C., no hace alusión alguna a Sun Tzu como General del Estado de Wu bajo el reinado de Ho Lu, tal y como pretende Su-Ma-Ch’ien.

Mei Yao Ch’en (1002-1060 d. J.C.) uno de los comentaristas de Los trece capítulos, afirma rotundamente que estos son “una recopilación de teorías de la época de los Reinos Combatientes, durante la cual todo el mundo se esforzaba en demostrar más ingenio que el vecino”.

Específicamente sobre El Arte de la Guerra, reafirmando su autoría y la vida misma de Sun Tzu, es que en el texto no se menciona a las tropas de caballería. Esta fue incorporada al ejército hasta el año 320 a. J.C.. Es lógico pensar que, de haberla conocido, la habría tratado con el mismo detalle que dedica al resto de los componentes del ejército. Por consiguiente, los “Trece capítulos” fueron escritos antes del 320 a. J.C., fecha en la que Wu Ling, rey de Chao, introdujo las escuadras de caballería en el ejército. Se piensa que dio lugar a la Dinastía Sun, de los que saldrían miembros como Sun Quan (Emperador de Wu) o Sun Jian (Padre de Sun Quan y héroe de guerra).

Sin embargo, a pesar de que no podemos tener una completa fiabilidad sobre la vida, o incluso la existencia de Sun Tzu, yo prefiero pensar que realmente existió, y que nos legó esta obra recomendable para todos. Y a esa nos referiremos ahora, puesto, ¿qué es El Arte de la Guerra?

La obra muestra la inteligencia y la frescura de los ensayos de Sun Tzu para las empresas militares, en campaña, batalla, antes y después de un conflicto armado. Hay fuentes que consideran que la unión de los Trece Capítulos de la obra fueron compilados en el mismo tomo por un supuesto descendiente de Sun Tzu llamado Sun Pin; sea eso cierto o no, los Trece Capítulos que se atribuyen habitualmente a El Arte de la Guerra se compilan, casi siempre, de la siguiente forma:

Capítulo 1: Evaluaciones estratégicas

Capítulo 2: El combate

Capítulo 3: Plan para el asedio

Capítulo 4: La formación

Capítulo 5: La fuerza

Capítulo 6: Vacuidad y plenitud

Capítulo 7: Lucha armada

Capítulo 8: Adaptaciones

Capítulo 9: En maniobras con el ejército

Capítulo 10: El terreno

Capítulo 11: Nueve terrenos

Capítulo 12: Ataque de fuego

Capítulo 13: Sobre el uso de espías

Los trece artículos sobre el arte de la guerra constituyen el más antiguo de los tratados conocidos sobre esta materia, pero según muchos teóricos nunca ha sido superado en amplitud y profundidad de conceptos. Puede muy bien considerarse la esencia concentrada de la sabiduría en lo referente a la conducción de la guerra. Buscando entre los teóricos militares del pasado, sólo podría hallarse en Clausewitz al único capaz, en cierto modo, de compararse a Sun Tzu, y por tanto, será conveniente en alguna ocasión hablar también del alemán.

En ella Sun Tzu explica al detalle los preparativos previos a la guerra: estrategias de engaño, disposición de las tropas en el campo de batalla, armamento necesario, carros de combate, etc. Se nota el vacío que la caballería, que aún no era usada en la época de la creación de la obra, deja en sus tácticas, y sin embargo sus máximas han sido válidas para todas las guerras que la Historia ha engendrado.

Uno de los puntos fundamentales de la obra de Sun Tzu nos explica cómo poder llegar a vencer al enemigo sin tener que desempeñarse al enfrentamiento cara a cara: simplemente imponiendo una moral dominante, infundiendo el miedo al enemigo para así poder vencer sin llegar a la batalla, tácticas que los hunos de Atila, y siglos más tarde, Gengis Khan y sus sucesores emplearon con gran efectividad.

Todas estas reflexiones tuvieron, y tienen, una gran influencia en nuestra vida cotidiana.

Las ideas de Sun Tzu se extendieron por el resto de Asia hasta llegar a Japón y a la India, aunque fue en el país japonés donde tuvo mayor influencia su obra fuera de China, ya que los japoneses adoptaron rápidamente estas enseñanzas y, posiblemente, añadieron algunas de su propia cosecha. Uno de los más famosos libros japoneses enmarcados dentro de las enseñanzas militares, El libro de los Cinco Anillos, está influido por la filosofía de Sun Tzu, ya que su autor, Miyamoto Mushashi, estudió el tratado de el Arte de la Guerra durante su formación como Samurai, aunque de la figura de Musáis trataremos en otra ocasión.

Hoy en día, como antes habíamos comentado, la filosofía del arte de la guerra ha ido más allá de los límites estrictamente militares, aplicándose, especialmente en los Dragones Asiáticos, China y Japón, a los negocios, los deportes, la diplomacia e incluso el comportamiento personal. Incluso fuera de Oriente, hoy en día, no sólo la obra de Sun Tzu se sigue estudiando en Escuelas de Oficiales de los ejércitos del mundo, sino que muchas frases clave de los manuales modernos de gestión de empresas, son citas casi literales de la obra de Sun Tzu cambiando, por ejemplo, “ejército” por “empresa”, o “armamento” por “recursos”, por citar tan sólo dos ejemplos.

Proféticas palabras las de Sun Tzu, cuando escribía: “en esencia, el Arte de la Guerra es el Arte de la Vida.”